jueves, 15 de octubre de 2015

Rosa a la esperanza, pronto saldrá el sol








Sabía que iba a ser bello, incluso algo maravilloso, pero no sabía que durante aquel amanecer se daría cuenta de que la esperanza era de color rosa.

De hecho, para ella había dejado de tener color, ni siquiera era del famoso verde, se había conevertido en algo tan vulgar que no podía ni reconocerla. Pero, la esperanza, es verdad, es lo último que se pierde. Tan sólo ella es la que nos hace mantenernos con vida, y seguramente la necesitamos para darla, la vida.

Cada vez que iba en busca de la salida del sol sentía algo de incertidumbre y pensaba "es posible que las nubes tapen el sol" o  "quizás no estoy situada hacia el este". Sin embargo, aquel día, con la confianza en lo más salvaje de la naturaleza, el cielo se inundó de rosa, respiró profundamente y entre las nubes vislumbró el sol, con la fuerza y la intensidad de cuando algo acaba de empezar.

Ella era esperanza y también era naturaleza, porque tenía algo de savaje, de fuerza y vida nacida de las entrañas. También era delicada, sutil y minuciosa. Tuvo que salirse de ella misma, mirarse con perspectiva y ver cuánto había de ella misma y cuánto había de los ancestros que vivieron antes de ella. Y así reconoció nuevos colores.

Ella siempre se había creído azul, verde, turquesa. Y había abandonado al rosa entre lo mundano y lo común. Aquél día lo convirtió en esperanza, en salvaje y en el aliento previo al sol. Y entremezclados los colores en perfecta armonía, esperó con esperanza rosada notando el latido de lo que está por llegar, mucho más cerca, fuerte y latente como el corazón.

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